Tobias Rathjen era un solitario resentido, que seguía viviendo con sus padres y desahogaba su frustración en textos que colgaba en su página web y en vídeos.
por Juan Palop
BERLIN, Alemania.- Ultraderechista, racista, misógino, sexualmente frustrado y conspiranoico. El manifiesto de 24 páginas y los videomensajes de Tobias Rathjen, el terrorista alemán que asesinó a 10 personas en Hanau, permite trazar un primer bosquejo de su oscura personalidad.
Antes de abrir fuego contra dos locales frecuentados por musulmanes, Rathjen -que durante sus 43 años había pasado totalmente desapercibido para las fuerzas de seguridad- había dejado constancia de las múltiples facetas de su odio en internet.
Odiaba a los extranjeros y a los inmigrantes. Odiaba al islam. Odiaba a Israel. Odiaba al Estado alemán. Odiaba a las mujeres. Odiaba a la izquierda. Y odiaba a los medios de comunicación masiva.
Rathjen era un solitario resentido, que seguía viviendo con sus padres y desahogaba su frustración en textos que colgaba en su página web y en videos, uno de los cuales subió a Youtube. La mayoría de ellos ya no están fácilmente accesibles, pero siguen intercambiándose en foros y redes sociales.
En uno de los videos más significativos, de nueve minutos, comienza con una retahíla de puntos comunes de la ideología ultraderechista, cargando contra los extranjeros y los inmigrantes. Luego llega a parafrasear a Adolf Hitler cuando asegura: “No creo que los pueblos que entonces aún reían sigan aún hoy riendo” y prosigue diciendo que los que hoy ríen no sonreirán mañana.
Para finalizar, en otro juego de palabras con un evidente guiño al nacionalsocialismo, concluye con un “la verdad libera” (Die Wahrheit macht frei), muy similar al “Trabajo libera” (Arbeit macht frei), el perverso lema sobre la entrada del campo de concentración de Auschwitz.
Su último video es del 14 de febrero, Día de los enamorados. En apenas dos minutos habla en inglés de bases militares secretas en el subsuelo y del peligro de los medios convencionales que tratan de engañar al ciudadano medio. Llama a los estadounidenses a levantarse violentamente y “luchar ahora”.
Su panfleto -“una especie de manifiesto”, según el fiscal general de Alemania, Peter Frank- apunta que el islam es “destructivo” y afirma que “ciertos pueblos, ciertas razas y culturas” de Asia, Norte de µfrica y Oriente Medio deben ser “completamente exterminados” por ser “biológicamente inferiores”. Coquetea con “diezmar” Alemania para acabar con los extranjeros.
“Eliminaría a todos estos pueblos, incluso si estamos hablando de miles de millones de personas. Hay que hacerlo”, escribe en su manifiesto.
Por su parte, quienes permiten la inmigración en Alemania y quienes no expulsan a los extranjeros del país cometen “alta traición”, añade Rathjen. En un momento, acusa al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de haberle robado el eslogan “America first” y de estar implementando sus “recomendaciones políticas”.
El documento, en muchos momentos incoherente, también se apunta a teorías de la conspiración y a confabulaciones que rozan la paranoia. Los Estados, afirma, están controlados por “organizaciones secretas”. Él mismo asegura haber sido perseguido por agentes y estar siendo permanentemente escuchado por espías.
En este sentido, La Fiscalía General ha reconocido que habían recibido una denuncia de Rathjen contra un servicio secreto extranjero no identificado que estaba tratando de meterse en su cabeza.
Llega a responsabilizar a esta “organización secreta” de haberlo tenido “toda una vida sin mujer o novia”, algo que ha llevado a que algunos expertos lo califiquen como “incel”, la abreviatura en inglés de “célibe involuntario”.
Este rasgo y otros de su perfil coinciden con los de los autores de otros recientes atentados ultraderechistas, como los de Christchurch (Nueva Zelanda), El Paso (Estados Unidos) o Halle (Alemania).
“Son hombres socialmente aislados que rebuscan en internet y frecuentemente encuentran ideología ultraderechista y acaban pasando a los hechos”, resumía en Twitter Peter Neumann, director fundador del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización y la Violencia Política (ICSR) del King’s College.
EFE